Equipo que funciona, no se toca, dicen los futboleros, y no sólo ellos sino que el viejo axioma que alerta sobre no avanzar ni modificar aquello que funciona, aquello que así está más que bien!!, es popular y universal. Pero claro que siempre habrá un insatisfecho, uno de ésos que piensa que así no va y que lo que él o ellos proponen será superador.

Los standars del movimiento no entran dentro de ésa categoría porque asumen de facto su destino a ser revisados, modificados, agiornados o torturados en algunos tristes casos, a los que habrá que sumar las versiones en tiempo de jazz e improvisación de populares temas pop, rock, etc.

Nos quedamos con los casos superadores, aquellos cuyos autores, algunos ya desde las estrellas, mostrarían una sonrisa de aprobación al ver la dedicación y el amor puestos sobre su obra. En cualquier caso, trátese de obras de terceros o propias, a la hora de revisar viejos y no tan viejos temas, el compromiso de cumplir al menos con el decoro y respeto obligatorio es enorme. Si se trata de temas propios, de una Revisada sobre la propia discografía, parecería que el riesgo fuera menor y el daño asumido como propio si algo sale mal, pero siempre habrá consecuencias.

Las consecuencias del caso que hoy nos convoca son realmente superadoras, a la poesía escrita e interpretada originalmente se le suman los párrafos olvidados o no imaginados en su momento ampliando el espectro expresivo, la paleta de colores y sonidos que permiten visualizar imágenes y sonidos en una dimensión superior. Una paleta de colores no necesariamente abrumada por una enorme escala, la justa y precisa.

Escuché una vez de un lingüista decir que el Guaraní es el idioma que mejor expresa el amor, palabras dulces muy significativas en una frase mínima, Helge Lien parece haber sintonizado el mismo celestial canal, la belleza en pocas palabras, la belleza de lo simple…