Muchos músicos sueñan con grabar un disco con una orquesta sinfónica, pero pocos pueden permitirse hacerlo realidad. Gracias a una extraordinaria capacidad para componer melodías que arraigan en la mente de sus oyentes y a que, durante años, ha interpretado pacientemente estas composiciones en el escenario hasta el punto de que son prácticamente una parte de él, Avishai Cohen estaba bien posicionado para ejecutar tal ambición. Como señala el propio Cohen, sus canciones parecen predispuestas a la adaptación a escala orquestal, y el hecho de que conserven la misma intensidad que ha provocado una admiración tan generalizada demuestra el vigor de su música.

Avishai Cohen llevaba más de una década soñando con esta experiencia. Two Roses es el resultado de un largo proceso, con su trío y su colaboración con la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo, dirigida por Alexander Hanson, Cohen demuestra que esta incursión en la música clásica no fue un capricho pasajero, sino una expresión sincera de su deseo de mantenerse libre de los límites del «género», término que admite detestar.

La música de Cohen es un intrincado tapiz de influencias globales e históricas. Maestro de la música afrocaribeña, Cohen ha absorbido su complejidad hasta el punto de que ha tenido un impacto duradero en los diseños rítmicos que crea para su trío, y un efecto duradero en sus contemporáneos musicales. «Tocar y cantar la propia música con una orquesta sinfónica es algo especial, es una experiencia tan fuerte como específica», dice Cohen.

Cohen no se ha embarcado en esta aventura solo. Su trío de confianza incluye a dos músicos por los que se deshace en elogios. El pianista azerbaiyano Elchin Shirinov, que apareció en el anterior disco de Cohen, Arvoles, toca con lirismo y claridad. Y el baterista Mark Guiliana, oriundo de Nueva Jersey, con quien Cohen revolucionó el enfoque del trío en la década de 2000, protege el groove y la agudeza rítmica específicos de la música de Cohen. Y, por supuesto, están las 92 mujeres y hombres de talento de la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo.

«Una orquesta tiene su propio ritmo», explica. «Por supuesto, 92 personas no van a tocar un ritmo como lo harían dos o tres personas. Hay una especie de inercia, a la que hay que acostumbrarse, y hay que entender cómo respiran. Es como un caballo, a la vez hermoso, poderoso y delicado. Cuando escuchas este disco, es como abrazar un viaje, entrar en mi mundo, de una manera más profunda y densa», dice.

En Two Roses, lo único que cuenta es la interpretación, la emoción y la expresión personal de un ciudadano del mundo que ve en la música su única y verdadera patria.

 

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