Que pena, es mi último día en el festival, tengo que regresar por una cita infaltable, y apenas podré estar en el primero de los espectáculos del día: la presentación en solopiano del genial Mathew Shipp que asombrara la noche anterior junto a su trio en la Usina Del Arte. La cita es en el Salón Dorado del Teatro Colón, mucho más decente (según dos personas con quienes charlé en la cola a las que le consulté sobre sus características) y con mejor suerte para Shipp que la corrida por Copland cuando fué enviado a tocar su solopiano al subsuelo del teatro en un salón oscuro y con una acústica terrible.

Dos amplios pasillos con inspiración arquitectónica francesa en esquinero en cuyo vértice se ha colocado el piano, vitreaux de Gaudin, columnas talladas con detalles dorados y grandes arañas pendiendo del techo, otorgan un detalle fastuosidad y elegancia que atentaba con rivalizar con quien esperaba sentarse en el taburete frente al piano Steinway dispuesto en la sala. La boca abierta y la mirada atónita sobre los detalles arquitetónicos callaron apenas el pianista cruzó los pocos metros desde el acceso al piano, un breve saludo y a tocar.

Fue poco más de una hora de pura improvisación con una fórmula parecida a la noche anterior con el trio. Por ahí sonaban los acordes inconfundibles de Summertime pero apenas un respiro, casi inmediatamente su mente lo lleva por los caminos de la improvisación y nosotros intentando llevar su paso, maestro me repite éso último, por favor…!! imposible…, el tren toma más velocidad y nosotros cada vez más lejos. Por ahí de nuevo algo conocido, un respiro, nos acercamos mucho ahora, se escucha Days of Wine and Roses, por suerte para nosotros vuelve muy seguido sobre sus acordes casi como un dejo de bondad para quienes no pueden seguirle el tranco.

Y casi tan repentinamente como comenzó, terminó. Juntó sus manos sobre el teclado, se inclinó y así supe que había concluido el vertiginoso viaje, me acomodé rápidamente en un mejor lugar para poder sacar unas fotos antes de que se incorpore, salude y salga, muy atento frena su salida para permitirme hacerle unas tomas y espera afuera la salida de los presentes  los que atiende muy atentamente. Luego una de las chicas de la organización parece llevarlo de visita por el interior del teatro. Otra aventura increíble, que se repita maestro, por favor…

Mathew Shipp - Salon Dorado, Teatro Colon


 

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