Un día como hoy hace 112 años (29 de abril de 1899) nacía el caballero del jazz, el Duque, Duke Ellington…
Fuente: intereconomia.com
Por: Antonio Castillejo
Unánimemente considerado como uno de los músicos y compositores más influyentes de la historia del Jazz, Edward Kennedy Ellington, universalmente conocido como «Duke» Ellington, nació en Washington D.C., el 29 de abril de 1899.
Su padre era mayordomo de la Casa Blanca y su madre procedía de una familia acomodada, de forma que el crecer en un ambiente confortable y próspero le llevó a estudiar piano desde los siete años y más tarde a comenzar a componer, aún adolescente. Fue precisamente la educación que le dieron sus padres y su refinada elegancia en el vestir lo que le valió el apodo de «Duke» («Duque»), que le acompañaría durante toda su vida.
A los 19 años decide dejar sus estudios de diseño para contraer matrimonio con una amiga de la infancia y dedicarse por completo a la música. Una música influenciada por el estilo más popular de principios del pasado siglo XX, el ragtime. Con su característico sentido del humor, cuando se le preguntaba por esto al Duque solía contestar: «¡Cuidado con eso del ragtime, que puede parecer que nos remontamos a tiempos antediluvianos!».
En 1923 el pianista se traslada a Nueva York con su quinteto, «The Washingtonians», que anteriormente había sido «The Duke’s Serenaders», y rápidamente se convirtieron en la banda titular del «Hollywood Club» de Times Square y grabaron sus primeros discos con distintos seudónimos para poder trabajar con diferentes compañías a la vez. Pero cuando la fama de Ellington comenzó a tomar proporciones inmensas fue a partir de su debut, el año 1927, en el mítico «Cotton Club» de Harlem, propiedad del conocido ganster Owney Madden, donde trabajó durante cuatro años.
Al quinteto original que debutó en el club neoyorkino se le fueron sumando paulatinamente otros grandes músicos como el clarinetista, Sidney Bechet o el saxo barítono, Harry Carney, hasta formar una big band de doce miembros que, bajo la batuta de Ellington, interpretaba desde las propias composiciones del pianista, temas como «Mood Indigo» o «Sophisticated lady», hasta música de George Gershwin para el musical «Show Girl», en Broadway.
Tras haber popularizado durante casi dos décadas su particular estilo musical conocido como «jungle» («jungla»), durante la primera mitad de la década de los cuarenta, ya en plena madurez artística, Duke Ellington da un giro a su manera de componer con temas mucho más formales al estilo de «Black, Brown and Beige», «Frankie and Johnnie» o «Deep South Suite». Eran los años en los que la época dorada de las orquestas de swing comenzaba a languidecer y el público se fijaba más en los solistas que en el conjunto como consecuencia de la revolución que para el jazz supuso la llegada del be bop.
Sin embargo, Ellington siguió fiel a sus grandes formaciones, y si los contratos escaseaban, el mantenía unida su orquesta pagando a sus músicos con los ingresos que obtenía por derechos de autor. Eso sí, el Duque reaccionó ante los nuevos gustos musicales introduciendo en sus actuaciones numerosos solos de los virtuosos músicos que le acompañaban, músicos como el trombonista Quenti Jackson, los trompetistas Cootie Williams, Cat Anderson o Clark Terry, los clarinetistas Barney Bigard o Russell Procope, o los saxofonistas Johnny Hodges, Ben Webster, Paul Gonsalves, Sonny Sttit o Jimmy Hamilton.
A mediados de los cincuenta, la música de Duke volvió a cobrar especial protagonismo dentro del panorama jazzístico gracias, en buena medida, a sus composiciones para las bandas sonoras de películas como «Anatomía de un asesinato» o «Un día volveré», pero sobre todo, a su histórica participación en el Festival de Jazz de Newport del año 1956, cuando interpretó unidos dos viejos temas de los años treinta, «Diminuendo in Blue» y «Crescendo in blue», apenas separados por un tan impresionante como irrepetible sólo de Paul Gonsalves. Una actuación que devolvió a Ellington las increíbles cotas de popularidad alcanzadas durante «la era del swing».
En los años sesenta la música de Ellington se vuelve mucho más espiritual y casi litúrgica con temas como «In the beggining of God», que presentó en publico el año 1965 en la catedral de San Francisco. Al mismo tiempo, Duke también sacó tiempo para realizar numerosas grabaciones junto a los jóvenes músicos que, como John Coltrane, Max Roach o Charlie Mingus, estaban explorando nuevos caminos dentro del jazz y muy pronto pasarían a convertirse ellos mismos en leyenda dentro de este tipo de música.
Los últimos años de su vida fueron una constante sucesión de premios y reconocimientos como los títulos de Doctor Honoris Causa en Harward y Yale, la Medalla de Honor de la Presidencia, o su incorporación al Instituto Nacional de las Artes y las Letras de Estados Unidos y a la Real Academia de la Música de Estocolmo. Además, a los 66 años estuvo nominado para recibir el Premio Pulitzer, y cuando su candidatura no fue admitida simplemente respondió, con su tradicional humor, «El destino es amable conmigo y no quiere que yo sea famoso demasiado joven».
De Ellington se dice que llegó a componer más de 2.000 temas a lo largo de su vida, si bien, como solía hacerlo en servilletas o trozos de papel que encontraba en cualquier parte, a quien sostiene que el número de sus composiciones podría alcanzar las 5.000. Duke Ellington se mantuvo al frente de su orquesta hasta su muerte, en Nueva York, víctima de un cáncer pulmonar, el 24 de mayo de 1974, y tras su desaparición fue su hijo, Mercer Ellington, quien tomo la antorcha del relevo de su irrepetible padre, uno de los más grandes creadores de la historia del siglo XX.
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