El Estilo Free

Mario Rodrí­guez (*)
Fuente: El Diario, Parana, Entre Rios, Argentina

La intensidad llevada al extremo por los músicos del free jazz condujo al sonido a invadir el campo del ruido.
El jazz, desde muy temprano por la presencia de la baterí­a fue acusado de productor de ruidos, fundamentalmente por muchos de los amantes de la música de occidente.
Joachim Berendt sostiene que “el hecho de que los que vienen de la música clásica escuchen la baterí­a como un productor de ruido se debe a que en la música europea es precisamente eso: un productor de ruido. Las partes de los timbales de Tchaicovski, en Richard Strauss, en Beethoven o en Richard Wagner son ruido en el sentido de que producen efectos de fortissimo adicionales. La música se desenvuelve independientemente de ellos; la continuidad musical no se romperí­a si ellos desaparecieran”.

Para el director de la Orquesta Sinfónica Provincial, maestro Reinaldo Zemba, sin embargo, “los timbales son instrumentos perfectamente afinados que hacen al ritmo y la sonoridad final por lo cual su presencia se hace imprescindible en la obra de estos compositores, ya que las mismas perderí­an sentido sin las partes de percusión”.
Jorge Basilikiotis —timbalista de la misma orquesta— considera ruido la caí­da de una piedra que, al momento del impacto contra el suelo, no es posible saber cómo sonará, mientras que, señala “en la percusión de los timbales se trata de golpes perfectamente medidos de los que anticipadamente se conoce el resultado”, por lo cual, este instrumentista considera sonido al golpe de la baqueta sobre el timbal.

Por su parte el jazz, que nació al compás del ritmo de los tambores, tiene en la baterí­a al instrumento que crea el espacio, donde sucede la música, por lo cual, bajo ningún concepto, se puede considerar a este instrumento como productor de ruido. Además la baterí­a, con el correr del tiempo, ha trascendido su carácter meramente rí­tmico, constituyéndose en musical y aún en solista.

Más allá de efectos y sonidos, a los músicos del free jazz no los amilanó la idea de caer en el rí­o. Muy por el contrario, lo rescataron y lo integraron en muchos de sus trabajos dándole especial importancia. Explotaron al máximo sus instrumentos tratando de extraer los mismos sonidos o ruidos nunca antes considerados en la música de occidente, haciéndose eco de un mundo que constantemente aporta nuevos fenómenos acústicos.

Muchos de los músicos del free jazz pusieron especial empeño en romper con las reglas convencionales en la utilización de sus instrumentos, partiendo de la consigna de que en ninguna parte está prescripto cómo deberán producirse los sonidos y que es tarea del músico encontrar otros nuevos de la misma manera que el uso novedoso del instrumento.
El lí­mite entre ruido y sonido no es todo lo inamovible que parece. Se trata de algo que desde la fí­sica no se puede determinar con exactitud, y en este caso es válido recordar que muchos de los que son considerados sonidos en culturas musicales extraeuropeas, no son estimados como tales para nuestros oí­dos, regidos por la tradición occidental.

Además, a quién, sino a los músicos, les corresponde ocuparse de lo audible. De este modo, puede asegurarse que cualquier estructura artí­sticamente lograda que incluya ruidos, debe ser considerada música.
Stockhausen señala: “Sonidos que antes se clasificaban como ruido se incluyen ahora en el vocabulario musical… Todos los sonidos y ruidos son música… Y música que emplea hoy lo que hoy es audible es música de hoy y no futurista de un mañana, es música de nuestra era espacial, en la cual el movimiento, la dirección y la velocidad de los sonidos constituyen elementos calculados en una composición. La meta es refrescar el arsenal bien conocido y tradicional de los sonidos y renovarlo con todos los medios disponibles en nuestro tiempo, al igual que lo ha hecho cualquier época precedente”.

(*) Estudioso e
investigador del jazz.

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