Fuente: La Ventana
© Sigfredo Ariel
Sobrevivió a la estampida de Afrocuba y al nostálgico torbellino que vino después. Fue de los primeros en llegar y de los últimos en irse. De lo mejor que hacía la banda a finales de los 70 y en los 80 —jazz— casi no quedan testimonios grabados, pero sí, la leyenda. í‰l formó parte de esa leyenda desde 1977.
Sus primeros contactos con el jazz fueron a través de los discos que escuchaban sus padres, luego se vinculó con el grupo de Bobby Carcassés, nada menos. En la puerta de los 90 forma Cuarto Espacio, venturosa aventura con otros disidentes de Afrocuba. Ya por entonces había compuesto y grabado “Momoâ€, número medular en el jazz cubano del último medio siglo (la frase es de Humberto Manduley). Por esos días una mayor cantidad de público dentro y fuera de Cuba se enteraba de que Ernán López-Nussa era, entre otras cosas, un virtuoso del piano y que se estaba convirtiendo en uno de los hombres clave del jazz cubano. En este momento, todos lo saben.
Lo han situado ciertos críticos (siempre apresurándose) en una ruta que va de Bill Evans a Keith Jarrett, pero no creo que Ernán se deje definir de manera tan sencilla. Hay quien lo recuerda, siendo estudiante aún, tocando en un carnaval habanero en lo alto de una carroza. Eso ha de dejar huellas de cierta profundidad.
Un buen día sacó a la Sophisticated Lady de Ellington de la trágica oscuridad cabaretera y la puso a caminar por un mediodía de calle, en La Habana de ahora. Sucedió en From Havana to Río, un disco fenomenal con músicos brasileños y cubanos, bisoños y veteranos. Como es de los que frecuentan el arcano de rejuvenecer, el danzón le sale tan fresco, de humor casi adolescente. Creo que le ha enseñado a amar la forma danzón a otros músicos, a gente que apareció después que él, o que simplemente no se habían percatado de las bondades danzoneras para el jazz.
En un ámbito lento, transparente, fruto de no se sabe qué nostalgia, metió el “Tin tin deoâ€, de Chano Pozo. Está en Havana Report, que, entre otras emociones fuertes, comienza con una re-visitación de Amén, la famosa danza de Cervantes. (Ha tocado mucho a Cervantes y lo seguirá tocando, pocos músicos de jazz se han aproximado a esas miniaturas del XIX, y él lo ha hecho por varios caminos).
Puede aparecer en una escena de concierto “cultoâ€, de frac ante una orquesta de cuerdas, que en la televisión haciendo un solo en una charanga. Puede estar ahora mismo acompañando a alguien que canta una balada, que re-creando, metido hasta la cabeza en la calentura de una rumba con “mucha moña†de jazz o tocando “La muelaâ€, aquel chachachá clásico de Richard Egí¼es.
Ama el blues y nunca ha escondido cierto costado sentimental que posee, a mucha honra —en Internet se encuentra un “My Funny Valentine†suyo (con Kenji Yoshida), aunque es un video, sospecho, piratesco, qué le vamos a hacer. En un clip de Ian Padrón aparece con expresión medio hierática, como de Buster Keaton, tocando un piano vertical por todos los rincones de La Habana desde lo alto de un camión de mudanzas. Una pieza suya, vertiginosa, sonriente.
De “sus cosas†creo que “Wendy’s bluesâ€, “Lobo’s chaâ€, “Isla y bajo tus faldas†dan ejemplo e idea de lo diverso que puede ser el ámbito de su creación. Para la banda sonora de la película La noche de los inocentes, de Arturo Sotto, concibió música inspirada y efectiva. No creo vaya a ser la única partitura que escriba para el cine. Ya lo descubrirán.
Su disco Mano de obra (piano solo) está conformado casi enteramente por composiciones propias, salvo dos temas inspirados —divertimento e improvisación— en un aire bachiano (“Preludio y fuga en Do menorâ€). Allí está “Renoir y Nanáâ€, “Viña del señor†—Zontime No.2— “Bebiendo del sol†y una nueva, estupenda, versión de “Momoâ€. Para el booklet de ese disco escribí una noche del año 2004:
«Sus canciones —llamémoslas con él así, o composiciones, textos, obras o conversaciones— pertenecen a un primer estado germinativo; al instante de abrir los ojos ante una catedral y comenzar a describirla sin que los ojos se hayan repuesto del deslumbramiento. Ha creado música para el ejecutante virtuoso que es y también para dar rienda suelta a la improvisación riente, a la paráfrasis, al intertexto maduro. Ha creado música, sobre todo, para aventurarse en el territorio donde se encuentra mejor: espacio que media entre tierra conocida y tierra ignota.»