Como dice la pianista/compositora, «creo que sólo hay dos géneros: el que mueve mi corazón y el que no lo hace. Así que realmente no me importa en qué categoría se clasifique este álbum… Sólo toco la música que mueve mi corazón».

Hiromi se encontró de vuelta en su Japón natal después de que una gira por Estados Unidos se viera repentinamente interrumpida el pasado mes de marzo. «Acababa de terminar de actuar en Seattle y había viajado a San Francisco cuando se declaró el estado de emergencia», recuerda Hiromi. «Nos dimos cuenta de que algo estaba empezando a suceder en Seattle. Por la noche era una ciudad fantasma; la gente seguía viniendo al espectáculo, pero todo el mundo era muy cauto. Ni siquiera pude abrazar al ingeniero de sonido como siempre. Luego había un ambiente muy raro en el aeropuerto. Decidí venir a Tokio para esperar a ver qué pasaba, pero la situación fue empeorando».

Aislada repentinamente de su sangre vital, la música, se quedó atónita ante la incesante corriente de acontecimientos horribles que afectaban a vidas y medios de vida tras el coronavirus. La devastación causada en el negocio de la música, en particular, le tocó de cerca. «Al principio fue extraño, preocupante e incierto, lleno de emociones negativas», dice. «Los espectáculos cesaron y muchos locales cerraron, algunos de ellos para siempre, por desgracia. Cada vez que me enteraba de ese tipo de noticias, me deprimía. Pensé mucho en mis amigos que trabajan en la industria de la música, y empecé a tratar de encontrar algo positivo que pudiera hacer en esta situación.»

Encontró un socio ideal en el Blue Note de Tokio, cuyo escenario suele acoger a renombrados artistas de jazz de todo el mundo. Una vez que los locales empezaron a reabrirse con cautela, Hiromi propuso una serie de conciertos de aforo limitado y retransmitidos en directo que bautizó como «Salvar la música en directo», y que acabó ofreciendo la friolera de 32 conciertos en solitario durante 16 días en agosto y septiembre de 2020.

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