Lunes 24 de marzo de 2008 | Publicado en la Edición impresa
Fuente: LA NACION
por César Pradines
Presentación del contrabajista Hilliard Greene, con Alejandro Demogli, guitarra ; Cirilo Fernández, piano, y Ezequiel Piazza, batería. En el Lounge Buenos Aires. Próximo show: mañana, a las 21, en Notorious, Callao 966, con Rubén Ferrero.La quintaesencia del jazz, es decir, la improvisación, estuvo presente en el Lounge Buenos Aires con la actuación del contrabajista norteamericano Hilliard Greene, acompañado por Alejandro Demogli, en guitarra; Cirilo Fernández, en piano, y Ezequiel Piazza, en batería.
El plan de este grupo fue tomar composiciones clásicas y música original como una excusa para desarrollar uno de los shows más intensos en materia de improvisación de estos tiempos que corren. El mayor peso recayó en el guitarrista, que dejó en evidencia un dominio armónico casi sobrehumano y un lenguaje expresivo y rico en variedad.
Greene, conocido de la escena local que viene presentándose año tras año, mostró las dos facetas de un bajista; por un lado, como eje rítmico, marcó de manera consistente el pulso y, por el otro, desarrolló a través de sus solos un mundo de un denso lirismo.
Ezequiel Piazza, baterista de estilo desmañado que es una de las promesas más fuertes que tiene la escena, contagió al grupo tanto esa forma interpretativa, algo caótica, como su estimulante impulso rítmico.
Fernández, que viene de haber estado varios años tocando en Europa, hace un interesante aporte al movimiento local. Es un artista inspirado, con una veta de interesante originalidad en sus improvisaciones
Un blues de Demogli en el que la frase tiene una contagiosa melodía, deviene en un solo del guitarrista, que cambia de líneas, compás tras compás. Trabajó en diferentes planos; una parte, punteando, y luego una serie de acordes arpegiados, que tendieron a suavizar sus ataques. Es aquí que quedó en evidencia su dominio del diapasón. Combinó profundos ataques con ciertos pasajes de un lirismo aéreo, dentro de un concepción estilística influida por Metheny.
Un candombe, «Mister H», de Demogli, mostró al guitarrista como un compositor con una veta melódica inspirada y refrescó el recinto, cargado hasta ese momento de tensos blues y crispados aires de bop.
En «Milon Go», una curiosa milonga de Greene, el contrabajista hizo un solo de colección, en el que el lirismo parecía introducirse en la línea rítmica. En efecto, el esquema rítmico de golpe dejaba paso a una línea de delicada sutileza que, como un poema amoroso, parecía envolver el acompañamiento rítmico.
«Moose The Mouche», un clásico del bop, fue uno de los momentos más fuertes de la noche. Improvisaciones, festejados breaks del baterista y una potente estructura rítmica pusieron al Lounge en sintonía con el Harlem de Nueva York.
El jazz, el bop, en este caso, fue el mejor aliado para que la noche se convirtiera en una fiesta. Afuera, el centro de la ciudad, mostraba el masivo éxodo por las fiestas de Semana Santa.
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